Sexo, maternidad y lactancia

08.04.2014 18:53

¿Por qué nadie nos explica cómo funciona el cuerpo de una mujer?

¿Por qué en vez de tantas asignaturas estúpidas en las que tantas horas desperdiciamos, no se nos reunió a las mujeres para explicarnos lo especiales que somos y cómo, por cuestiones de supervivencia de la especie, nuestras hormonas juegan con nosotras como si fuésemos marionetas?

La verdad responder a estas cuestiones daría para mucho así que me voy a centrar en exponer mi experiencia y mis reflexiones.

En nuestra infancia y adolescencia el sexo era por supuestísimo un tema tabú, especialmente en casa. Realmente todavía sigue siéndolo, no me imagino contándole a mi madre problemas de cama, ni la verdad escuchándola a ella contármelos a mí.

Con las únicas que tocabas estos temas eran con tus mejores amigas las cuales, por supuesto, tenían la misma idea que tú o menos.

En clase, eso sí, nos ensenaron que tenemos un útero, unos ovarios, que desde que te viene la regla producen un ovulo al mes y que si se cruza en el camino con un espermatozoide te quedas embaraza y en 9 meses, si no haces nada que lo remedie, tienes un bebe.

Con esta información salimos al ruedo y lo que nos sucede no es menos impresionante.

En la pubertad empezamos a relacionarnos con los chicos, a sentir cosas nuevas, pero no sabemos cómo actuar. Pensamos que hacemos mal ya que si nos vieran nuestros padres, madre mía!, pero por otro lado tus amigas están haciendo cosas y tú obviamente no quieres ser menos, pero es que si te pasas y te dejas llevar más allá te pueden poner fama de “golfa” y eso ya no te lo quita nadie...

Vaya lio! La adolescencia fue un laberinto para muchas de nosotras, menos mal que teníamos el alcohol para desinhibirnos un poco, porque si no, es para salir corriendo.

La primera relación sexual completa, al menos en mi caso, fue algo insípido, decepcionante, rápido, vulgar… lo que me pasó por la cabeza fue: ¿y para esto tanta historia? Vamos que no le veía yo la gracia por ningún lado.

Con el paso del tiempo le fui cogiendo el tranquillo y la cosa mejoró, mejoró mucho. Empecé a conocerme, conocer mi cuerpo y lo que me gustaba, sabía cómo buscarlo y conseguirlo.

Según la veintena iba pasando el apetito sexual iba en crescendo y el sexo se convirtió en una parte muy importante en mi vida, de las más importantes.

Cuando se asoma el 3 de los 30 la cosa sigue en aumento, necesitas tener relaciones, tu mente te lo pide, tu cuerpo te lo ruega. Es muy importante para ti y realmente crees que eso no va a cambiar nunca, no puede cambiar. Es como cuando fumas y piensas que lo haces porque te gusta y que si un día lo dejas será a base de sacrificio y que lo vas a echar de menos siempre. Pero eso no es así ni en el caso del tabaco, ni en el del sexo. Yo fumaba un paquete y medio al día y fui capaz de dejarlo en dos días. Ahora, después de más de 10 años sin fumar ni me acuerdo de ello y con el sexo, tras el parto y durante la lactancia, pasa algo muy similar.

Después de dar a luz a mi hija y comenzar con la lactancia, mi interés por el sexo se esfumó. Solo el pensarlo me producía una repulsión absoluta. Realmente mi marido paso a un segundo plano, lo único que me interesaba era mi niña y no tenía tiempo ni ganas para sexo.

La situación llegó a ser en muchas ocasiones muy incómoda porque cuando la niña se dormía mi marido enseguida se acercaba en busca de su ración de atención y sexo. Y eso era lo último que yo tenía pensado hacer para aprovechar esos minutos de oro de los que disponía. La trifulca estaba asegurada.

Realmente es una situación muy complicada y nada grata para ninguno de los dos. Para él realmente es muy frustrante que su mujer le rechace constantemente y que además no tenga ni un solo minuto para dedicarle a él, cuando antes era sexo a cualquier hora y acaparaba todas sus atenciones. Y para nosotras es muy estresante que no te entienda tu marido y que no te apoye. Estas cansada, sucia, no te sientes ni mucho menos guapa ni sexi y la libido se ha ido, realmente no tienes ninguna gana de tener sexo, pero él se lo toma como una afrenta personal. Entonces, alguna vez cedes y es todavía peor porque no te gusta, solo quieres que termine y esperas que con eso tenga bastante para, como mínimo, el próximo año.

Cuando mi hija cumplió los 17 meses comencé a ovular de nuevo y con ello a reaparecer en determinados momentos las ganas de tener sexo. ¡Alabado sea Dios! ¡Pensé que esto nunca más volvería a suceder! Volver a hacer el amor con ganas y con satisfacción fue algo maravilloso y le prometí a mi marido que nunca más volvería a hacer el amor sin ganas. No me iba a engañar más ni a mí misma ni a él. Os puedo asegurar que después de esta conversación se planteó mucho el volver a tener más hijos.

Aunque parezca que somos unas locas que no sabemos lo que queremos, que hoy estaría todo el día retozando pero mañana por favor no se te ocurra ponerme una mano encima, realmente hay una explicación natural para todo esto y realmente nuestra especie sigue aquí dominando el mundo gracias a cosas como esta.

Nuestro cuerpo de mujer está diseñado para engendrar, parir, alimentar y criar niños y nuestro cerebro, acompañado de glándulas como la pituitaria, se encarga de dirigirnos a cada uno de estos estadios segregando las hormonas adecuadas en cada momento.

Para que la especie sobreviva, las mujeres tienen que ser fecundadas por un hombre. Cuando esto sucede el hombre ya ha hecho todo su trabajo y podría fecundar a una mujer cada 3 o 4 días si las cosas se le dieran bien. En el caso de la mujer la cosa cambia. Para ser fecundada la mujer necesita tener relaciones sexuales y cuantas más mejor porque solamente tenemos 3 o 4 días de fecundidad al mes, así que ¡hay que trabajar! Tras la fecundación llega la fase de embarazo donde las relaciones sexuales no tienen ningún interés para la supervivencia de la especie. Una vez que parimos entramos en las fases de puerperio y lactancia donde el sexo está especialmente contraindicado ya que si la madre quedara embarazada de nuevo dejaría de producir la leche de la que se alimenta el bebé, corriendo peligro su vida. Para que esto no suceda, las mismas hormonas que segregamos para producir leche evitan la ovulación e inhiben la libido.

Esto explica por qué tenemos estos altibajos en la libido y en nuestras emociones. Tenemos que entenderlo y dejar de sentirnos culpables, raras o cualquier otra cosa. ¡Es normal! Y también es normal lo que sienten nuestros maridos pero hay que llegar a un entendimiento mutuo y ahí no valen recetas. Cada familia es única y cada una encontrara su solución óptima.

Pensando sobre este tema me vino a la cabeza una idea que para mí es solo una posibilidad pero que en ningún caso estoy a favor ni justifico. Pincha aquí y descubre una de mis reflexiones e introspecciones.

Me encantaría saber cuál es vuestra opinión y experiencia. Por favor compártela con nosotros.

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