La Ley, las personas y el aborto

08.04.2014 18:59

Hace unos días una amiga compartía en Facebook este enlace:

 

¿Fuerte eh? Para mí la verdad sí. Me impacto mucho y dio mucho que pensar, ¿Podría ser tan fácil? ¿De verdad se podría hacer un intercambio que hiciera feliz a todo el mundo? ¿Podría una chica adolescente quedarse embarazada, tener a su hijo, darlo en adopción y seguir su vida como si nada hubiera ocurrido? ¿Podría la pareja que adopta evitarle a su hijo todo el bagaje emocional que le ha quedado impreso durante el tiempo que no estuvo bajo su protección? Y ¿podría ese niño crecer libre de las influencias emocionales que vivió en el vientre de su madre biológica la cual no le deseaba?

Realmente la adopción me parece una de las acciones más loables, altruistas y generosas que existen pero ni por asomo creo que sea la alternativa al aborto.

Que fácil nos resulta opinar, ponernos a favor o en contra de algo cuando ni nos va ni nos viene. En cuanto al aborto es algo que me parece inconcebible. Estamos hablando de derechos fundamentales de las personas como son el derecho a la vida, el derecho a la integridad física y moral, el  derecho a la libertad y el derecho al honor y la propia imagen. Todos estos derechos se entremezclan de forma que si nos aferramos a uno, alguno de los demás será violado. La importancia y la seriedad del tema nos deberían bastar para no lanzar opiniones y criticas sin criterio.

Bajo mi punto de vista, la única persona con capacidad para opinar y decidir es la mujer que día tras día ha visto como se retrasaba su periodo y muerta de miedo se hace el test de embarazo viendo, en menos de un minuto, como las dos rayitas aparecen en la ventanita sin dejar el menor resquicio de duda de que SI, ESTA EMBARAZADA.

Hablo de mi experiencia personal, así es. Yo era una jovencita de 22 años, acababa de conseguir mi primer buen empleo, tenía mi casa recién comprada, mi vida independiente empezaba a caminar y tenía un novio desde hacía 6 meses del que me había enamorado locamente y desenamorado en 3.

La verdad, en aquel momento no lo pensé mucho, lo tenía muy claro, no era el momento de tener un hijo. Me gustaba mi vida, me lo pasaba bien, salía de fiesta con mis amigos, tenía independencia y tener un hijo no estaba ni mucho en mis planes a corto plazo. No estaba dispuesta a que mi vida diese tal giro en ese momento.

Sin embargo, si por un segundo me paré a pensar la opción de tenerlo, una de las barreras más altas que se ponían en mi camino era pensar cómo se lo decía a mis padres. Me imaginaba la reacción de mi madre, su decepción, la vergüenza que pasarían frente al resto del mundo y no era capaz de ni siquiera planteármelo. Pensándolo ahora, no se si eso hubiese sido tan trágico como me parecía en aquel momento, pero lo que si sé es que esa razón era tanto o más poderosa que el miedo a mi perdida de libertad.

Finalmente aborté. Fue rápido, barato, por 300 euros o algo así y físicamente no muy doloroso. Elegí hacerlo sin anestesia porque quería sentir lo que estaba haciendo, sabía que no estaba bien y quería realmente sufrir por lo que estaba haciendo.

Me acompañaron una amiga y mi novio al cual no quise volver a ver nunca más después de esa mañana. Cuando subí y los vi, rompí a llorar inconsolablemente, fue una sensación que nunca antes había sentido y que realmente no se describir. Me habían arrancado algo de mí y había sido por mi propia decisión.

Cuando yo aborté no sé si era legal o no pero realmente da lo mismo, vas a una clínica privada, pagas, te hacen una ecografía para comprobar que estas embarazada, hablas 5 minutos con una psicóloga que te dice que la próxima vez uses métodos anticonceptivos y en 15 minutos estás apañada, ni te piden el d.n.i. ni el teléfono de tus padres, ni nada de nada.

En ese momento piensas que ha pasado lo más duro y que con el paso del tiempo el recuerdo se difuminará y el dolor ira desapareciendo paulatinamente pero todo eso es mentira. Durante los años de fiesta, juerga, amigos, novios, etc. entierras el recuerdo y crees que ya es pasado pero nada más lejos de la realidad.

Llega el momento de, ahora sí, quiero tener un hijo y eso que creías enterrado resulta que solo le habías echado un par de puñados de tierra por encima y resurge rápidamente en tu mente, pero recapacitas y piensas que en aquel momento no podías hacer otra cosa, no había más opciones.

Durante el embarazo sigue removiéndose tu recuerdo, piensas como habría sido tu primer embarazo, ¿qué sería, niño o niña? ¿Cómo sería? Empiezas a pensar mucho en la criatura que durante unas pocas semanas estuvo dentro de ti y que era parte de ti y que tú rechazaste.

Cuando nace tu hijo la cosa ya es inevitable y piensas que si ahora hubieses hecho lo mismo que entonces no tendrías en tus brazos a ese ser irrepetible y único que es tu hijo y por ende te preguntas ¿qué ser único e irrepetible impediste que llegara a vivir?

Es muy duro, por lo menos en mi caso. Es imposible no echar la vista atrás y preguntarte que si pudiera retroceder en el tiempo cambiaría mi decisión. Realmente una cuestión muy difícil de contestar.

Por un lado, obviamente la persona que soy hoy en día no abortaría nunca ni por nada del mundo. El problema es que la persona que soy ahora no es la persona que era con 22 años. No hay mejor escuela que la maternidad, te abre los ojos y la mente, te empuja a conocerte a ti misma y a mejorar para ser el ejemplo que quieres para tus hijos, pero para ello necesitas estar preparada. Si la maternidad te sorprende en la etapa de tu vida en la que solo piensas en ti y solo quieres salir de fiesta y divertirte, en vez de ser una fuente de conocimiento se convierte en un agujero angustioso que te priva de tu libertad.

No estoy segura de si hubiese sido mejor tener a mi hijo o hija. No sé si le hubiese podido dar todo el amor que se merecía, no sé si le hubiera podido proteger de mis miedos, mi vergüenza, mi angustia. No sé cómo habría afrontado mi maternidad y no sé en definitiva que vida y estabilidad emocional le podría haber ofrecido.

Lo que si sé es que las influencias en nuestro desarrollo de las etapas perinatales son fuertísimas y de lo que vivimos en el vientre materno y durante el parto depende en gran medida lo que seremos y podremos llegar a ser en la vida. En terapia regresiva tratamos constantemente patrones de baja autoestima, miedos irracionales y sentimientos de culpa por existir que tienen su origen en experiencias de “mal útero” las cuales son realmente muy poderosas.

Con esto no quiero decir que mi decisión fuese la correcta por ahorrarle una mala experiencia a mi hijo, ni mucho menos. Ese ser de 6 semanas, es un ser completo, me da igual que tenga los ojos formados o no o que todavía necesite más de 30 semanas de gestación para poder sobrevivir, es un ser desde que se concibe. La concepción es el momento en el que empezamos a existir y por lo tanto soy consciente de que evité que la vida de mi hijo o hija se desarrollara, soy consciente de que lo rechacé y por lo tanto asumo mi responsabilidad y acepto que la vida me pagara muchas veces con rechazo. Los patrones karmicos son reales y siempre se pagan.

Todos los días me acuerdo de él, le hablo, le pido perdón y le digo que ojala me quisiera dar otra oportunidad y me volviera a elegir como madre. No sé si será así, pero cuando llegue mi próximo hijo te aseguro que lo amaré por encima de todo y que todo el amor que les doy a mis hijos a la vez se lo estoy dando a él ya que a fin de cuentas lo sacrifiqué a él por lo que ahora es mi vida.

Y yo me pregunto: ¿Se puede hacer una Ley sobre el aborto? ¿Qué derecho tienen unos señores a decidir sobre nuestra vida, nuestra libertad y nuestro futuro? ¿Van esos señores a velar por el bienestar de la madre y el niño? Y si es así, ¿Hasta cuándo?

Lo más importante es el niño. Debemos preservar sus derechos, el primero por supuesto a vivir, pero dar la vida no es suficiente. El niño tiene otros derechos básicos como tener una vida digna y sobre todo a sentirse deseado, querido y amado. Si una madre no es capaz de darle eso a su hijo no se le puede obligar a tenerlo porque se destrozaran dos vidas.

No hace falta que vengan personas de fuera a juzgarnos. La mujer que queda embarazada sin querer ser madre, haga lo que haga lo pagará.

No necesitamos de nuestros “representantes” leyes que nos juzguen, pero si necesitamos urgentemente cambios que nos permitan estar mejor informados y menos influenciados por cómo nos mira la sociedad y a la vez nos proporcione las herramientas para poder cuidar y criar a nuestros hijos como se merecen.

Necesitamos que se actualice de una vez el sistema educativo obsoleto que tenemos y que nos condena a ser una sociedad de borregos llenos de miedos y preocupados por el qué dirán y necesitamos que los padres tengan bajas maternales de mayor duración, posibilidad de reducciones de jornada justas y respetadas y sobretodo facilidades para el amamantamiento de nuestros hijos durante la jornada laboral.

Solo con información evitaremos embarazos no deseados y solo si allanamos el camino las mujeres podrán afrontar el camino de la maternidad.

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