El gran paso

22.04.2017 09:25

Darte cuenta de que necesitas liberarte de los hilos que controlan tu vida no es demasiado difícil pero lo que si lo es, es dar los pasos para cortarlos definitivamente.

Hace tiempo que comprendí que el vivir a más de 12,000 km de mi casa no era una casualidad y que realmente siempre quise salir corriendo de allí para poder ser libre y yo misma.

Lo que me costó algo más de tiempo fue entender que, aunque estaba a una gran distancia física, mi madre seguía influyendo en mí, en mi vida y en las decisiones que tomaba día a día y lo peor es que continuaba absorbiendo toda mi energía.

Gracias a la apertura de conciencia tras la llegada de mis hijas y la ayuda que me proporcionó construir mi BH, conseguí ir alejándome un poco y dejar claras algunas cosas como que no voy a aceptar que me impongan lo que tengo que pensar sobre otras personas o cómo quiero que se trate a mis hijas.

Creo que cuando mi madre vio que yo me estaba alejando intensifico su lucha por seguir controlándome y que volviese a formar parte de la familia ideal que ella tiene en su mente, donde ella dispone y los demás solo nos queda obedecer y callar.

No fui capaz de decirle que no quería que viniera 18 días de vacaciones y el viaje ha sido demoledor y fatigante pero a la vez me ha enseñado mucho y ha sido al mismo tiempo revelador y sanador.

Cuando estás ciego eres capaz de inhibirte y no ver lo que es cristalino para el resto de la humanidad. En cambio, cuando se te cae la venda de los ojos es imposible no mirar y tampoco se puede seguir jugando a un juego en el que te has dado cuenta de que el otro te ha estado haciendo trampas y manipulando toda la vida.

Así que no pude más y hablé. Fui capaz de decirles a mis padres como me sentía, que no me respetaban, que yo no podía ser yo misma delante de mi madre porque ella siempre juzgaba mis palabras, mis actos y mis pensamientos y que nos siguen tratando como si fuésemos los niños que tenían que obedecer y contentarlos en todo momento.

Esto fue liberador realmente para mí pero lo mejor fue que su reacción no me doblegó.

Para mi madre era impensable que su hija le dijera aquello y su reacción fue la esperada. Intentó hacerme sentir culpable y soltó la típica frase: “solo espero que tus hijas no te hagan lo que tú me estás haciendo a mi…”. Mi padre se metió al barro y me atacó diciéndome que tenemos a nuestras hijas adiestradas. Lo decía porque, como no les obligamos a que les den besos, ni esas cosas que se suelen hacer para que los abuelos estén contentos y se sientan el centro del mundo, insinuó y luego me confirmó que pensaba que nosotros las adiestrábamos para que no los quisieran.

En otras épocas nunca hubiese sido capaz de afrontar una conversación así. Una niña dependiente es incapaz de hacerlo, pero una adulta independiente sí y por eso estoy orgullosa.

Orgullosa sobretodo de no haber sucumbido a sus ataques y haber permanecido fuerte y segura de lo que quiero que es que me dejen vivir mi vida como yo quiero, criar a mis hijas a mi manera y no tener que preocuparme por nada más.

Pero no todo es tan fácil, esa niña que ha estado atemorizada durante tanto tiempo a veces flaquea y le entran miedos y dudas, pero con la ayuda de mi compañero de vida, lo vemos, lo analizamos y seguimos adelante porque sabemos que es lo que necesitamos para continuar nuestro viaje de crecimiento y aprendizaje.

También pude hablar con mis hijas y explicarles, lo mejor que pude, lo que me pasaba con mi madre, lo que ella me hacía sentir y por qué habían visto que yo estaba diferente y tensa durante los días de su visita. Fue realmente gratificante ver la liberación en sus ojos al poderme decir lo que realmente habían sentido.

Queda mucho por hacer, por aprender, por crecer y evolucionar. Lo importante es seguir siendo consciente de todo lo que nos pasa, de nuestros sentimientos y reacciones y no permitir que nuestros automáticos nos controlen.

Cortar los hilos que nos dirigen es difícil, pero no es el final del camino, yo lo tomo más bien como el inicio de nuestro verdadero viaje. En este viaje conducimos nosotros y el conductor de autoescuela se ha quedado ya fuera del coche, nadie nos puede acelerar, frenar o coger el volante. Somos independientes por fin e iremos donde nosotros queramos.

Tenemos que ser constantes y seguir recorriendo el camino con confianza y la mirada puesta en nuestros hijos, ya que si lo hacemos con el corazón y la conciencia abierta nos van a mostrar siempre la mejor ruta a seguir.

Yo lo voy a hacer, o al menos me voy a esforzar con todas mis fuerzas para llegar a ser yo misma, le pese a quien le pese, sin miedo a decir lo que pienso o lo que siento y finalmente llegar a conocer mis verdaderas pasiones, ocultas y enterradas bajo tantas etiquetas e imposiciones externas.

Vamos paso a paso.

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